lunes, 19 de septiembre de 2016

Lo que fue dictando el fuego NOVELA sin prejuicios una historia MILITANTE



Aminta Beleño Gómez
ABP Noticias

El recuerdo, esa dimensión del eterno presente, hostiga las estrechas fronteras de una vivencia y decide insurgir armado con letras, estructurado en novela, rebautizado como Lo que fue dictando el fuego.
Así, Juan Antonio Hernández complica nuestra memoria histórica colectiva, arrojando sobre la contemporaneidad un episodio conectado causalmente con la Revolución Bolivariana, que fue leído a prisa y tratado con nimiedad por urgidas coyunturas.
Eran tiempos de una crisis global que se reflejaba en Venezuela, colapsaban estructuras; visiones y matices saltaban al escenario como líneas en paralelo, era difícil ubicarse en un argumento escrito a múltiples manos, ser protagonista y espectador.
Despunta, entonces, el arresto juvenil de una identidad: “Éramos unos muchachos anómalos de los 80, con una vida militante que no era la más frecuente”, cuenta Juan Antonio Hernández, con los ojos mirando hacia los recuerdos, para luego volver la visual hacia Lo que fue dictando el fuego,que reposa en el mesóndonde nos reunimos, muy cerca de sus dedos y del grabador que guardaba nuestra conversación.
Con serena firmeza pone su índice sobre la portada de la novela yasevera:              Lo contado ocurrió”.  A renglón seguido, comienza a referirse al personaje que centra su obra: Gonzalo Jaurena, el uruguayo.
Gonzalo fue muy cercano a mí, política y afectivamente”, comenta, mientras sus ojos vuelven a mirar hacia el recuerdo.
Y, es precisamente esa sinceridad que deja fluir en nuestra conversación lo que atrapa a quien decide caminar por las páginas de Lo que fue dictando el fuego, la primera novela de Juan Antonio Hernández. Una obra donde prevalece la franqueza, casi ingenua, de quien no puede resistirse a contar “la verdad” porque la necesita “la memoria histórica venezolana”.
Juan Antonio Hernández se despoja de su ser diplomático actual, es Embajador de Venezuela en Egipto, pero eso no interfiere en su pluma, pues desde su obra se ubica en el extremo opuesto a la sutileza; simplemente es el compañero de Gonzalo Jaurena, uno de aquellos jóvenes “anómalos” que hacían vida política en la Universidad Central de Venezuela, quienesdiscutían“cómo pensar la militancia”, en medio de un colapso estructural que generó un “páramo”, “una intemperie”, pero que trajo “cosas nuevas”, aunque con sus “consecuentes errores”, refiere en otro de sus retornos al presente exacto de nuestra conversación.
“Es una novela testimonial”, afirma, si de encasillarla genéricamente se trata, aunque aclara que Lo que fue dictando el fuego se concibió en la más absoluta libertad, sin imaginar marcos de este tipo. Es comprensible. ¿Cómo  escribir una historia de lucha contra las estructuras, pensando en una estructura?
Para quien ama las letras, y es sincero en ellas, los moldes sobran. Y, tal vez, en esa perspectiva Juan Antonio Hernández logró testimoniar “una verdad”, un pedacito de esta historia donde somos personajes y espectadores, contrastando mágicamente poesía, metáfora y realidad.
Desde el verso y la metáfora nos asoma pasión, romance, riesgos, miedos, ansiedades, alegrías, tristezas, añoranzas, críticas y contradicciones. A partir de la realidad, cómo se construye la identidad de unos jóvenes, las inspiraciones de la época, la muerte como determinante en aquel “intento” de Gonzalo Jaurena, de todos ellos, por “superar el espacio estudiantil, luego del Caracazo, y la respuesta punitiva del Estado”, o de esa “especie de vorágine” en la que se vieron envueltos, como, finalmente, Juan Antonio Hernández caracteriza a esos inolvidables momentos.
Surge una inquietud: ¿Desde cuándo estaba escrita?Entonces el autor recuerda los años que estuvo pensándola y cómo una visita humanitaria a la Franja de Gaza lo reencontró con varias cosas que pusieron fin a lo pensado, volcándolo compulsivamente sobre las letras que gestaron en sólo un mes la existencia deLo que fue dictando el fuego.
Un título prestado a la composición amorosa de Sor Juana Inés de la Cruz, que poseesubliminales conexiones con la historia, ajenas al eje romántico de la poetiza, pero propias de una trama que se desnuda sin prejuicios, enamora sin resistencia y se instala a perpetuidad.

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